Siria es un volcán en erupción desde hace casi cinco años.
La insaciable guerra de una oposición por derrocar al actual gobierno de Bashar
Al-Asad, acusado de haber creado un sistema corrupto y dictatorial que vulnera
de manera reiterada los derechos humanos. Por su parte, el gobierno sirio,
lejos de admitir una guerra civil, tacha de terroristas a estos grupos rebeldes
y asegura que su fin es occidentalizar el país, acusación que se basa en las
subvenciones que los opositores reciben por parte de países extranjeros como
Estados Unidos. Tampoco debemos obviar el apoyo de Turquía, que ha dado
victorias estratégicamente importantes al bando rebelde. Por su parte, el
gobierno sirio cuenta con el apoyo de Irán, de China y de Rusia para mantenerse
en el poder.
El fuego es alentado con la creación del denominado “Estado
Islámico” en Irak que entrará en el conflicto más tarde pero con más fuerza logrando
el control de importantes regiones, tanto en territorio sirio como en Irak, y
creando así su propio país donde proclamarán el califato. Esta circunstancia ha
llevado a alianzas entre gobiernos rivales decantados por el bando rebelde o el
bando de Bashar Al-Asad, extendiéndose así de manera internacional una guerra
cuya prioridad es ahora erradicar el califato.
La multiplicidad de enfrentamientos, el elevado número de
bajas civiles y el futuro poco o nada
prometedor sirio, ha llevado a una oleada de inmigración cuya magnitud nos
recuerda a la acontecida durante la Segunda Guerra Mundial. Distintos países
europeos, que en su momento han participado en el primer conflicto, apoyando a
rebeldes o a Bashar, ahora se ven obligados a dar aquello de lo que presumían. De
ellos depende la vida de cientos de miles de refugiados que escapan a las
guerras de su país. El viejo continente es el destino más próximo para los
afectados y Europa sabe que tiene que actuar con la hospitalidad que dice que
lo caracteriza. Sin embargo, salpicados ahora por un conflicto en el que antes
participaban a distancia, se comienzan a buscar alternativas que impidan la
prórroga de esta situación, al menos en lo que a ellos se refiere.
Más antes que después Europa pondrá fin a la llegada de
refugiados y la pregunta que estos se hacen es ¿dónde acudirán mientras prosiga
la lucha armada en Siria? Entre tanto, como consecuencia del escaso respaldo
que se les presta a estas familias, la entrada de inmigrantes en nuestras
fronteras es aprovechada por mafias que las introducen de manera ilegal, en
condiciones inhumanas y a precios casi impagables. Hasta hoy la única medida
que se ha llevado a cabo es el número de inmigrantes que cada país acogerá, sin
embargo, establecer una política regulatoria para la llegada de los afectados
no está en los planes de los gobiernos europeos, ya que esta situación, piensan,
es temporal y excepcional, y únicamente porque, esta vez, se les ha ido de las
manos.
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