Que no se puede juzgar a las personas por sus apariencias es algo en lo que se viene insistiendo desde hace tiempo. Igual nos podemos encontrar con alguien aparentemente maravilloso hasta que le conocemos que con otro detestable hasta que nos dice su nombre.
Las ideologías, las creencias y las culturas también pueden jugar un papel relevante en estos casos, sin embargo la sociedad parece estar aún “en pañales” a la hora de afrontar este tipo de situaciones. Y es que al ser humano le cuesta en exceso cuestionarse a sí mismo o mirar más allá de su verdad.
Un ejemplo claro lo observamos en la religión. Todos creen que la suya es la acertada y que los demás, ignorantes, arderán en el infierno o se reencarnarán en cucarachas. Las consecuencias para los no creyentes o los que tienen otros dioses se pintan igual que en la Edad Media. Algo parecido deben pensar quienes ven por televisión los enfrentamientos entre palestinos e israelíes. “Está claro que están equivocados”, dirán.
Hablamos de religión, sí, pero no de la que encontramos a miles de kilómetros, sino de la que tenemos aquí. Por una vez vamos a apartar la vista de los problemas de los demás y a mirar los nuestros, para ello nos centraremos en el cristianismo, más concretamente en una de sus múltiples interpretaciones.
Dentro del cristianismo hallamos a católicos, protestantes y ortodoxos, pero aún dentro de estos subgrupos se pueden hacer divisiones. Una de ellas es la de los llamados “neocatecumenales”, más vulgarmente conocida como “los kikos”, en base a su fundador Kiko Argüello.
Todos los católicos que se encuentran dentro del “Camino Neocatecumenal” realizan su propia interpretación de la religión cristiana. Su particularidad la encontramos en el acercamiento que llevan a cabo durante sus ritos hacia las raíces judías. Pero no vamos a entrar en temas morbosos, pues cada uno es libre de llevar a cabo sus creencias de la manera que más guste, siempre que esta no interfiera en los demás. Lo que sí resulta interesante es el proceso de metamorfosis que sus practicantes sufren.
Es aquí donde el individuo comienza a cambiar su forma de ver al resto de la sociedad. Comienza a creerse en lo cierto, a imaginarse en el buen “camino” hasta convertirlo en incuestionable y por tanto desconfía de la razón del resto. Se trata de un proceso de Disonancia Cognitiva. Lo que más teme el ser humano es toparse con una verdad más lógica, razonable o coherente que la suya y, "los kikos” saben que no tienen una posición demasiado privilegiada para razonar la suya. Sin embargo, deberían entender que no se trata de ver quién tiene más razón que quién, sino de ser capaz de mantener una actitud humanamente racional ante las discrepancias, sean del tipo que sean. Si no son capaces de entender algo tan sencillo (y están lejos de hacerlo) ese aislamiento que ofrecen a los que piensan diferente, acabará volviéndose su perdición.
O estás conmigo o contra mí, a eso juega la religión. Por un momento intentemos imaginar que Irak no posee petróleo. ¿Alguien piensa que EEUU iba a crear un conflicto armado solo porque adoran a un Dios diferente? Pero seamos aún más justos, imaginemos que EEUU no es primera potencia mundial y que históricamente no haya apoyado guerras, por dinero ¿Alguien realmente cree que el terrorismo islámico le iba a salpicar lo más mínimo por pertenecer al cristianismo? La religión se utiliza como tapadera para los enfrentamientos. Los terroristas son terroristas independientemente de sus creencias y, a ver si acabamos de entender esta lección que se imparte el primer día de colegio en primero de infantil: no todos los musulmanes son terroristas, no todos los cristianos son asesinos, no todos los judíos lanzan misiles, no todos los hindúes son violadores, etc etc.
Quizás deberíamos mirarnos más a nosotros mismos. Aquí no hay bombas (de momento) pero la religión ha sido y es consecuencia de actos espeluznantes. En pleno siglo XXI continuamos con sectas, voluntarias o involuntarias pero claramente sectas, donde quien sale no cuenta como persona para los que se quedan. Porque los que se quedan tienen razón y los que salen se equivocan. Elevando esto a la política podríamos llegar muy lejos en función de la religión que sigue el partido que gobierna, pero no debemos extendernos mucho más.
Quizás llegue el día en que “los kikos” sean capaces de salir de la caverna, como explicaba Platón. Quizás llegue el día en que se den cuenta de que, los que no pensamos como ellos, no somos delincuentes, ni miserables, ni deshechos... en conclusión, no somos peores. Quizás llegue el día en que dejen de rezar con los ojos cerrados. Quizás llegue el día en que dejen de juzgar y clasificar a la gente por lo que hacen, piensan o dicen, mientras predican que “solo Dios puede juzgar a las personas”.
Con el paso del tiempo todas las religiones adquieren nuevas interpretaciones. Estas cada vez se alejan más de sus inicios, que van quedando en el olvido. Personalmente, pienso que todas, en sí mismas, hacen referencia a un mismo origen. Las innumerables formas de entender ese "punto cero" han dado lugar a un sin fin de culturas. El ser humano ha construido cosas inimaginables sobre esto, físicas y teóricas. Ha llegado a generar una riqueza sin precedentes con todo ello. Solo el ser humano es capaz de crear algo así, pero también solo él mismo es capaz de convertirlo en un arma con la que intentar imponer su verdad.
Golpean con la religión y luego acusan al enemigo de que le quieren hacer lo mismo. "O conmigo o contra mí”.
Si Jesús, Buda o Mahoma levantaran la cabeza…