No hay duda. Si entrase una banda de ladrones en nuestra vivienda,
lo primero que haríamos sería ir a la comisaría más cercana a denunciar el
delito. Sin embargo, si somos nosotros los que les pagamos y entregamos una
copia de las llaves de nuestra casa y, para más inri, luego nos ofendemos al
ver todo lo que se han llevado, antes de denunciar nada deberíamos presentarnos
en el psiquiátrico más cercano.
Lo mismo ocurre con la política. A diario denunciamos las
acciones y decisiones que el gobierno toma y que afectan a este país al que por
nacimiento pertenecemos. Pero, aunque la mano ejecutora de tantas atrocidades
sea el partido asentado en el poder, casi la misma responsabilidad le corresponde
a aquellos ciudadanos que con sus votos han colocado al partido en Gobierno de la
nación.
Y es que estamos en España y aquí muchos vienen de serie con
un “Yo no he hecho nada”. Así, mientras el Partido Popular gana con mayoría
absoluta, una amplia mayoría de ciudadanos van proclamando a los cuatro vientos
y con la cabeza demasiado alta: ”Yo no voté al PP”. Y que Dios bendiga cada
momento en las terrazas, junto a una cerveza y la tapita española, aprovechando
para poner a caldo a toda la clase política, con nombres y apellidos.
Pero los tiempos están cambiando. Hoy los ciudadanos no tenemos excusa ya que contamos con más herramientas que nunca para solucionar el problema. Porque, siendo sensatos y empezando por el principio, en España hay un problema y es urgente
una solución. No creo que exista algo que objetar al respecto. A partir de aquí
analizamos el trayecto político de los últimos años.
La irrupción de nuevas formaciones políticas y los
resultados que las encuestas otorgan a estos “desconocidos” han despertado las
alarmas en el bipartidismo. PP y PSOE dejan de tratarse a jarronazo limpio
entre ellos mientras perdura esta amenaza. Ahora se trata de remar en una misma
dirección, algo que… ¡sorpresa!, no parece tan difícil, visto que ambos lo hacen
realmente bien.
Y, ¿cuál es el plan? Bien, ya que actualmente llevamos unos
meses destapando casos de corrupción, lo más sensato es acusar de corrupto al
novato. De eso, tanto el Partido Socialista Obrero Español como el Partido
Popular, entienden bien. Y si no que se
lo digan a los usuarios de las tarjetas black. Utilizadas para pagar comidas y
cenas inimaginables, vacaciones, putas de lujo y cocaína de primera, ¡en plena
crisis! Es lógico pensar que algo habrán aprendido al respecto. Pero no son los
únicos. También Izquierda Unida y 10 cargos de los sindicatos hicieron uso de este
dinero de plástico.
Comenzamos con el PP y nos topamos con los escándalos de: La
contabilidad B, que no solo ha subvencionado al partido sino que además lo ha
enriquecido. Llevada a cabo por el “respetable” tesorero Luis Bárcenas,
ascendido por Rajoy y después negado reiterativamente por el mismo, como el
apóstol San Pedro. Prosiguiendo con el caso Gürtel y continuando con el rescate
de Bankia (pagado, como no, con el dinero de los españoles). Sin olvidar la
Operación Púnica, por la que se embolsaban curiosas comisiones ilegales, a
cambio de la adjudicación de servicios públicos.
Pero seamos justos, el PSOE no se queda atrás. Recordemos
los últimos años con Felipe González en la presidencia. La línea que separa la
llamada “izquierda” de la derecha es tan delgada que hay que imaginársela. Pero para
imaginación la que le echó Zapatero, incapaz de admitir una crisis que tenía delante de su nariz. Con su brillante plan de vaciar por completo las arcas del Estado dejó una
deuda que, si ya nos las íbamos a ver mal para salir, ahora no veríamos
absolutamente nada. El PSOE no iba a quedarse atrás en su carrera
delictiva. Actualmente el caso Mercasevilla ha destapado el pago de nóminas a
cargos del partido que nunca habían trabajado en la empresa. ¿Quién no quiere
cobrar sueldazos sin ir a trabajar?
Tampoco debemos olvidar a esos que siempre están “pensando
en los españoles” y enfrentándose al bipartidismo. Izquierda Unida, con José
Antonio Griñán a la cabeza. Acusado y habiendo abandonado la formación, con la intención
frustrada de librarse de la imputación. Esos que quisieron hacerse con el
control de las manifestaciones acontecidas en Madrid y que los propios
manifestantes expulsaron, dejándoles claro que no iban a ser los ciudadanos los
que pusieran el esfuerzo para que ellos se llevaran la gloria.
También recordemos el caso de los tan queridos sindicatos,
UGT y CC.OO. Los únicos que se negaron a la ley de transparencia para evitar
publicar los sueldos de sus dirigentes. Siempre tan preocupados por los trabajadores
que hasta tachaban de impresentables las subvenciones que obtenían para llevar
a cabo su labor. Una labor que consistía en defender los derechos de los
trabajadores, creando cursos de formación que no se llegaban a celebrar, diplomas
que nunca se entregaron y cuyas ayudas iban a parar a los “pequeños” bolsillos
de Cándido Méndez, Fernández Toxo y sus queridos (solo los queridos) obreros.
Sin olvidarnos de
otra organización de peso en nuestro país como lo es la iglesia católica.
Capitaneada por Monseñor Rouco Varela. Que por obra y gracia del Espíritu Santo
ha recaudado con el cepillo (o eso intenta hacernos creer) más de medio millón
de euros que ha invirtido en un coche, así como en remodelar su ático de 1,2
millones, exento de impuestos. ¿Qué tendrá el cepillo del señor Rouco?, lo
desconocemos. Pero no debemos caer en el pecado de la envidia. Pues seguro que
que el arzobispo está ahora mismo en su humilde mansión rogando por nosotros o,
al menos, por algunas.
Ahora llega Podemos. Un partido que surge del descontento
político de los propios ciudadanos que, al fin, han dicho “basta”. Basta de las
mentiras de los políticos. Basta de que nos tomen por idiotas y se crean que
nos tragamos sus falsedades. Basta de tener que elegir entre lo horrible y lo peor.
Así aparece Podemos. Subvencionado con dinero de Venezuela, sí, ¿y qué? ¿Sería
mejor que se financiara con dinero negro que pagamos los ciudadanos? No se lo
propongamos dos veces a nuestro tan querido Bárcenas… capaz es de abandonar el
PP y abrazar a Pablo.
Que quede claro. Todos los partidos políticos en España se
han financiado con capital de países extranjeros. Un dinero que el Tribunal de
Cuentas no tiene por qué explicar de dónde ha salido. En otras palabras, el
Tribunal de Cuentas no da cuentas de lo que no le interesa. Y, ¿adivinan por
qué? Fácil, porque el Tribunal de Cuentas es un organismo formado solo por
consejeros del PP y del PSOE, que nunca se renuevan. Gracias a este tribunal
los principales partidos políticos gozan de capital absurdo, sin tener que
explicar de donde proviene. Además poseen el apoyo de las más importantes
entidades bancarias que ya les han dado innumerables beneficios. Como el
concedido al PSOE, al perdonarle una deuda de 36,5 millones de euros.
Una inmensa mayoría de ese dinero no va lejos, se queda
dentro de los partidos y se reparte entre sus integrantes. Pero tranquilos,
otra parte es para empapelar las ciudades en plena campaña electoral, crear
divertidos anuncios de televisión, llenar nuestros buzones de cartas amables
que compren nuestros votos y plantarnos un póster de 50x70 a un lado de las
farolas con la cara de Pedro Sánchez y al otro con la de Mariano Rajoy. En
conclusión, se emplea en hacer publicidad de los personajes más públicos que
tenemos en nuestra sociedad.
Se acercan las elecciones municipales y los españoles
partimos con la ventaja de conocer bien cómo actuarán después PP, PSOE, IU…
incluso UPyD. Vuelvo al ejemplo del principio. El ladrón que saquea nuestra
casa es ya un anciano que a duras penas se tiene en pie. ¿Vamos a ayudarle a
cargar nuestras cosas?
En estas elecciones, hagan ustedes lo que hagan, tengan la
mínima decencia de apechugar con sus actos. Que no hace falta ir con la ralla
al lado, la camisita a cuadros abotonada hasta el gaznate y el jersey sobre los
hombros, para que los demás sepan a quién has apoyado. Ya lo hemos comprobado,
se pilla antes a un mentiroso… Y si no van a ser capaces de dar la cara por sus
ideales y por aquello que han expresado en las urnas, al menos sean razonables
y voten a ese candidato que les resulte lógico apoyar.
En otras palabras: Primero agarren a ese anciano, que sin
pasamontañas lleva años desvalijando lo que con tanto esfuerzo hemos conseguido
los españoles. Segundo, no lo lleven a la cárcel, pues podría gozar de
vacaciones pagadas del bolsillo de todos los ciudadanos, en lugar de eso intérnenlo
en un asilo. Y tercero, llamen a un cerrajero y cambien la cerradura.
PD: No olviden que el voto nulo o el voto en blanco es dejar
la llave en el portal, a la espera de que alguien la recoja. Esa opción nunca
ha solucionado nada.