sábado, 18 de enero de 2014

Burgos es la mecha

No es por el bulevar, es simplemente por hartazgo. Demasiado ha durado la paciencia de los ciudadanos que ahora despiertan gritando "¡basta!". Después de siete años de pacíficas manifestaciones, y en el momento en que todo acto social parecía amansarse ante los nulos resultados obtenidos, Burgos enciende la mecha. Desde arriba solo veían pólvora mojada, toda voz de protesta caía en los oídos sordos de aquellos que han demostrado una inhumana capacidad para ignorar al pueblo y que, por si fuera poco, ostentan un cargo cuyo fin es prestar su ayuda y mirar por el bienestar de la sociedad.
Hasta aquí llegamos. Las innumerables mareas blancas por la salud, verdes por la educación, el movimiento 15M, las acampadas en las plazas... no han obtenido respuesta alguna. Se emplearon bajo la creencia de que la violencia no es el camino, sin embargo las élites se aprovecharon de ellos al no contemplarlos como una auténtica amenaza. Todo intento de cambio parecía en vano hasta hace apenas unos días. El escenario mostraba una cifra desorbitante de parados, impuestos en pleno crecimiento y mandatarios derrochando y malgastando los escasos recursos de una ciudadanía que se debate entre comer y no comer, entre conservar su piso o ser desahuciada. Burgos se levantó. Hizo lo que todos queríamos hacer pero ninguno intentó y su acto fue respaldado por el resto del país.
Los políticos llevan años acumulando promesas rotas, viviendo de palabrería y abriendo cada vez más la brecha que separa a los más ricos de los más pobres. Los resultados son inauditos y las oportunidades han sido demasiadas. Las evidencias de que se enriquecen a costa de los más desamparados son ineludibles a estas alturas. La reacción llega, tarde pero llega, y su contagio se ha propagado por todas las ciudades.

Señores políticos, ustedes han usado nuestro dinero para lo que les ha venido en gana y los ciudadanos no hemos visto ni de lejos los resultados que nos prometieron, se acabó. A partir de ahora nosotros decidiremos en qué se invierte y en qué no, y así seguirá siendo mientras pongamos nosotros el capital, dado que ustedes han demostrado no ser capaces de recordar que están ahí para servirnos, y no al revés. Lo intentamos por las buenas y ustedes se rieron, veremos quién ríe el último pues. No resulta tan difícil comprender que “defender a España” no significa “defender un trozo de tierra”, España no es España sin los españoles. Se rodean de apoyos para no ver la realidad, pero esa realidad acabará por estallarles en la cara a todos ustedes y lo hará de tal forma que ni Obama, ni Merkel, ni todos los países de la Unión Europea, serán capaces de evitar su final, como políticos y como personas.

domingo, 12 de enero de 2014

Uso político de la caricatura

Para hallar los orígenes que dieron pie al uso político de la caricatura debemos remontarnos a finales del siglo XV en Francia, donde descubriremos a dos de los primeros personajes víctimas de la caricaturización: Napoleón III y Luis Felipe. [1]
El surgimiento des este elemento comunicativo se debió en parte a la alta tasa de analfabetismo existente entonces unido al interés  por ridiculizar públicamente a mandatarios y personajes públicos relevantes de la época.
Su expansión se debe al invento de la imprenta por parte de Gutenberg, gracias al cual se abarataría en gran medida la impresión, lo que haría posible su divulgación de manera masiva.
Uno de los más claros ejemplos lo encontramos en la propaganda creada por Martin Lutero donde la caricatura mostraba la imagen del Papa de forma diabólica bajo el pretexto de dar a conocer a la sociedad que se trata de un personaje corrupto cuyo fin oculto es el enriquecimiento propio.[2]
La caricatura sirve así para elevar y acentuar la forma de ridiculizar en público evidenciando los motivos por los cuales esa persona es criticada. Se encuentra cargada de ironía y sarcasmo, su fin es hacer reflexionar al receptor para que se cuestione si era o no acertada la visión que éste tenía del personaje en sí, evidenciando de manera satírica sus defectos.
En algunos casos la caricatura puede ir acompañada de un pequeño texto que ayude a facilitar su comprensión, o bien que enfatice aún más  la situación representada. La tipografía utilizada para la elaboración de estos textos puede mezclar mayúsculas y minúsculas, repetidos signos exclamativos e interrogativos, tamaños de fuente diferentes así como caracteres en negrita con el fin de resaltar una parte, a pesar de ello es primordial el componente no verbal.
Aunque en España tuvimos que esperar hasta el siglo XVIII para poder ver caricaturas de mayor calidad con la colaboración de Goya en sus series “Los Caprichos” y “Los disparates”.[3]
Los caricaturistas, por lo general, son analistas políticos. En España han pisado fuerte algunos de ellos como Ramón Cilla,[4] Eduardo Sáenz y posteriormente el republicano Luis Bagaría[5] o el ya actual Antonio Fraguas, más conocido como Forges.[6]
Actualmente contamos en nuestro país con una revista entera donde se desarrolla este género contando con importantes caricaturistas como Vizcarra.[7]
 
Actualmente las caricaturas políticas están adaptándose a las nuevas tecnologías de manera que podemos encontrarlas en diferentes páginas web o incluso en la prensa digital. Las temáticas, que anteriormente reflejaban a los líderes del propio país, cada vez incluyen a más personajes del panorama internacional.

La caricatura política es hoy símbolo de libertad de expresión dentro de la prensa, aunque en varias ocasiones ha dado lugar a conflictos incluso mundiales que han llevado a la rectificación por parte de los caricaturistas, como es el caso de la representación de Mahoma[8] , otras por su parte han sido causa de sanciones como las recibidas por los propios caricaturistas de la mencionada revista El Jueves[9].




lunes, 6 de enero de 2014

Asertividad

El comportamiento asertivo en las personas es conocido también como la autoafirmación ya que sirve para reafirmarse en público. Consiste en la expresión y en la defensa de una idea, un sentimiento, una ideología, un estado… de manera clara, sincera y respetando los derechos de uno mismo así como los de los demás, es por tanto un modo de afirmar el verdadero “yo”. El reflejo que el ser humano posee de los demás parte de la visión que tiene de sí mismo. Este proceso de autoevaluación por el cual nos conocemos a nosotros mismos es el cristal que utilizamos para ver a aquellos con los que nos comunicamos. El comportamiento asertivo trae implícito el respeto hacia los demás, el poder expresar algo sin recurrir a la agresión, a la manipulación, o a la pasividad, de modo que se realiza desde el respeto y la igualdad. Así pues podemos afirmar que una actitud asertiva solamente la podremos encontrar detrás de una alta autoestima, y a la inversa, ya que ésta es sinónimo de que la persona que la posee se valora a sí misma y por tanto valora del mismo modo a los demás. Por ello un comportamiento asertivo, que conlleva como hemos dicho entre otras cosas respeto, será causa y consecuencia de una alta autoestima, pues no existe asertividad sin respeto a uno mismo y a los demás.
Personalmente no considero que sea posible (al menos a medio plazo, dado el modo de actuar de los profesionales de la comunicación de hoy) conseguir introducir en el mundo profesional de la comunicación, esta conducta. Comenzando por la inmensa coacción que sufren estos medios a causa del “Qué dirán”, por los dueños que los manejan y por su afán que se centra en aumentar las tiradas o las audiencias a toda costa, incluso por encima de la calidad informativa. Además, la política y la economía son la principal fuente de supervivencia de un periódico, de modo que éste nunca podrá contradecirlos si quiere conservar su existencia. Debido a esto, y a más evidencias, podemos considerar casi utópica la asertividad dentro de los medios de comunicación.
Por ejemplo, en la publicidad a menudo se crea ese “yo” imaginario y se recurre a la manipulación, pues de lo contrario habría muchos productos que no serían demandados por los consumidores. Pienso que la solución que permitiría a la publicidad basarse en la sinceridad y prescindir de la manipulación, mostrando así la marca que promociona un producto su verdadero “yo”, solo podría venir precedida de una rebaja considerable en el precio del artículo, por ejemplo: Samsung no debería sacar un teléfono móvil y decir que es el mejor del mercado sin mostrar las razones por las que no lo es, pero sí podría sacar este teléfono y decir “no es el mejor del mercado pero su precio es la mitad que el del mejor del mercado”, de este modo crearía un debate en el consumidor ganando competencia en el mercado y estaría actuando bajo una conducta asertiva ya que está siendo claro, sincero, sin intentar manipular al cliente y atrayéndolo igualmente.
Con respecto al periodismo o a la comunicación, haría falta volver al periodismo de Pulitzer para conseguir una conducta asertiva, aunque puede que eso tampoco sea suficiente. Eliminar el sensacionalismo tal como lo conocemos ahora, los favoritismos políticos, el silenciamiento de algunas noticias y la excesiva voz que se les otorga a otras. El gran comienzo de la asertividad en estos medios sería la objetividad informativa y por supuesto el respeto a la libre información y a la libertad de opinión, siempre cuestionable mas nunca despreciable.
A modo de castillos en el aire pienso que sería viable esto si el diario en cuestión, o el canal informativo, no tuviera que depender más que del beneficio obtenido por su venta al ciudadano, es decir, si queda absolutamente desvinculado de las fuerzas políticas, económicas y publicitarias y no exento de medios que le permitan contar con buenos periodistas y buena maquinaria para su elaboración y difusión. De este modo podría crearse un medio de comunicación libre de coacciones y por lo tanto con la posibilidad de mostrar sinceridad, respeto, objetividad y opinión en sus noticias.
En definitiva, la asertividad es una conducta ejemplar que se encuentra a años luz de la sociedad en la que nos movemos, a pesar de que lleva implícita la aceptación de los errores por parte del individuo.

Jacob G.